Malbert había llegado al
pabellón medico hacía unos cuantos minutos antes. El lugar se encontraba
inundado en una suerte de ruidos propios de los hospitales (incesantes bips,
quejidos y gritos se escuchaban por doquier). Se encontraba ya frente la puerta
del cuarto donde Artom se recuperaba del ataque, hacia 4 días que el ataque había tenido lugar. Según los
agentes médicos el joven ya no corría peligro alguno.
Malbert tomo la manija de la
puerta, está cedió y se abrió. Vio a su amigo exactamente igual que la última
vez, ahí postrado en esa cama y se le
miraba con una expresión triste que se acentuaba aun más por lo demacrado del
rostro-pero ya no tanto como los primero días pensó el moreno-.
Le parecía carente de vida,
se le notaba sin esperanza alguna y no se parecía en nada al Artom que él conocía.
Ese joven con una sonrisa siempre en su rostro, y que era más amplia cuando se
encontraba con Amelie, la alegría y amor con los que miraba a su dama. Su amigo
amaba con la pasión, candidez y devoción que otorga la juventud, un contraste
abrupto con la ferocidad y la sangre fría que mostraba en los combates que
junto al moreno habían librado desde el primer momento en que se conocieron.
Malbert se deprimía mucho al
mirar a su amigo en ese estado, aparto la mirada de su colega y observo el
atardecer, esté tenia matices anaranjados muy bellos y estos, de alguna manera
extraña le daban paz, el reflejo de los últimos rayos del sol en el rio eran un
espectáculo magnífico, ya que lograban bañar la abundante vegetación próxima a
los márgenes del rio con destellos, y
daban al cuadro una belleza inigualable. Recordó, cómo hacía ocho meses conoció
está tranquila ciudad, llamada Nanchital, según él, su significado es el lugar
del nanche. Llego a la comunidad siguiendo el rastro de un grupo de hijos de la
noche que se creía estaban llevando a cabo investigaciones genéticas con
humanos, pero después de todo el tiempo transcurrido desconocía la finalidad de
dichos experimentos. Él sospechaba que Amelie, obtuvo información valiosa con
su última incursión.
Artom se veía a sí mismo cómo cuando tenía cuatro años, con él estaba
su mamá que lo cogía de su mano, ellos se encontraban en el interior del
mercado grande de Nanchital. Su mamá compraba unos churros para él, el pequeño
estaba ya muy impaciente por comer de aquel pan de dulce, de delicioso sabor y
feliz ya que sabía que visitarían a sus abuelos, a los cuales quería con
intensidad. Su mamá le dio la golosina y soltó su mano por un momento para
sacar dinero de su bolso, el niño pudo sentir cómo unas manos grandes lo
tomaban por la cintura y lo levantaba dejándolo en vilo en el aire, el vio a su
madre en el suelo (está había trastabillado cuando el hombre que tomo al
pequeño, la empujo) gritando por ayuda.
Artom no comprendía lo que ocurría, mientras el extraño
continuaba corriendo su madre se alejaba y el pequeño lloraba a mares llamando
a su madre. En instantes todo se torno en oscuridad, no se veía nada y reinaba
el silencio total, esté era tan terrorífico que en segundos Artom se encontró
invadido por la sensación de incertidumbre. Sin previo aviso una luz tenue
apareció en medio de esa noche eterna, el resplandor cobro fuerza y rápidamente
comenzó a expandirse logrando que la oscuridad claudicara de manera violenta.
Un estallido de luz repentino lo dejo ciego momentáneamente.
Logro percibir dos figuras borrosas de diferentes
tamaños, una era enorme y la otra parecía ridículamente pequeña comparada con
la primera. Cuándo al fin logro enfocar, observó nítidamente lo que antes eran
manchas borrosas y enmudeció de asombro al ver a una Serpiente de proporciones
colosales con una piel un tanto extraña ya que no era del todo escamosa. Sus
escamas más bien eran plumas con tonalidades de un verde oscuro muy intenso que
se aclaraba conforme se llegaba a las puntas de dichas plumas.
En la cabeza de aquella
gigantesca serpiente, descansaba un hombre alto, de tez blanca, con un físico
admirable y un semblante sobrio y sereno. Su rostro se encontraba cubierto por
una abúndate barba de color negro azabache, aunque no podía detallar del todo
la cara del hombre ya que un ligero manto de oscuridad se lo impedía. Artom no
pudo pronunciar palabra alguna, ya que el extraño alzo su brazo derecho y lo señalo con la mano, en
ese momento el joven se percato de que
el desconocido empuñaba con su mano izquierda un espadón enorme.
A su mente llegaron destellos de visiones, el niño Artom se
encontraba en un cámara con agua dentro de un laboratorio un poco raro y se
sentía totalmente aterrado. Un hombre entró en la zona en la cual se situaba la
cámara y el niño sólo vio su tétrica sonrisa.
Una nueva visión llego tan inesperadamente
como la anterior, vio a Amelie en una habitación con muy poca luz, la chica
estaba llena de moretones y esto le indicaba
al joven que su amada, había sido golpeada con saña y odio, en la
penumbra de la habitación Artom creyó ver lo que parecía un hombre muy alto. De
un momento a otro el muchacho comenzó a alejarse de la habitación, traspasando
concreto y acero, hasta situarse a una gran altura y bajo el se podía observar la plaza de la juventud-
un recinto donde acontecían de manera constantes los eventos culturales de la
ciudad-.Y a su costado la factoría, una zona residencial que daba mucho que
desear respecto a su antiguo esplendor. Instintivamente desvió su mirada a la
parte abandona entre dicha plaza y el conjunto habitacional, contemplo unos
almacenes derruidos.
Una fuerza sobrenatural le
obligo a cerrar los ojos, cuando logro abrirlos la luz del sol le lastimo
ligeramente, Artom estaba en medio de un enorme valle. Entonces escucho el
graznido de parvadas enteras y el crujir de arboles cayendo ante el paso de
algo colosal. Dos sombras de proporciones titánicas le negaron al valle la
ligera caricia del sol, un par de serpientes hicieron retumbar la tierra ante
su peso, una de estas era la hermosa criatura que Artom viera apena hace unos
instantes y la otra era igual en proporciones pero de un color negro, pero está
no era tan bella como la primera. Las dos criaturas se lanzaron en un ataque
feroz, el joven bajo la mirada y aterrorizado vio a Amelie en medio de la
cruenta batalla, la chica se notaba petrificada ante lo que sus ojos veían.
Solo entonces el pudo hablar o más bien gritar-
¡Amelieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!-.
Malbert perdido en sus
cavilaciones, fue abruptamente interrumpido por el grito de Artom.
-¡Amelieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!-.
El moreno giro a tiempo para
ver cómo su colega se serenaba al darse cuenta de que había sido un sueño,
Malbert se acerco a la cama y tomo a su amigo del brazo. Artom giro el rostro
en dirección al moreno, lo vio a los ojos.
-¿Qué pasó y en donde
demonios está Amelie?-.´
Malbert sabía que lo que
debía responder al joven lo destrozaría, pero por su honor debía ser franco con
su amigo.
-Lamento decirte esto amigo
pero prefiero ser yo a un desconocido, hace cuatro días Amelie fue raptada durante
el ataque al cuartel y aún desconocemos su paradero-.
El terror, la angustia y la
ira se reflejaron en el rostro de Artom al mismo tiempo, y su semblante cambio
radicalmente, se le miraba abatido y su dolor era palpable. Artom le recordó a
Malbert cómo se sentía después de ocurrido lo de María.
-Colega iré por alguien para
que te examine, descansa vuelvo enseguida-.
Dijo el moreno al tiempo que salía del cuarto.
Artom se perdió en sus
pensamientos, y apenas escucho lo que Malbert dijo. Veía a Amelie con su
abundante melena que le caía sobre los hombros, su piel apiñonada que hacia
juego con sus hermosos ojos, sus grandes pestañas y sus lindas cejas les
brindaban expresividad, terminaban de adornar ese bello rostro su fina nariz y
sus dulces y delicados labios. Con su metro setenta resultaba encantadora, sus
delgados brazos y sus suaves manos lo enloquecían. Esto convertía a la chica en
la mujer perfecta para Artom.
El miedo se apoderaba del
muchacho tan solo de pensar en que quizá jamás la volvería ver y la sola idea
de tener que vivir sin ella lo hacía morir en vida de una manera lenta y
dolorosa.
Amelie se encontraba en una
habitación en penumbra, no podía ver muy bien y aún se sentía adolorida por la
última golpiza, con cada interrogatorio la intensidad de la furia del carcelero
crecía pero la chica no había dicho ni la hora. Para su buena fortuna hasta el
momento no tenía ninguna herida de gravedad. En los cuatro días de cautiverio,
no había logrado dejar de pensar en Artom, debía reconocer que contrario a su
costumbre, estaba totalmente enamorada del joven desde el momento en que lo vio
antes de que se desmayara.
Ella consideraba que el
chico era muy apuesto, con esa hermosa
sonrisa y sus ojos de ese café claro en los cuales podía perderse, su cuerpo
fuerte y atlético. Le encantaba que fuera tan alto con su metro ochenta y cinco,
y su cabello negro le sentaba muy bien con su piel blanca.
Era sorprendente lo poco que
se conocían y lo mucho que se amaban, pareciera que se conocieran de toda una vida,
ella bromeaba con que vivía su propia película romántica o su cuento de hadas.
Ni los golpes y amenazas recibidos le provocaban tanto pavor como la idea de
soportar toda una vida sin él.
La puerta de la habitación
se abrió y dio paso a una luz muy potente procedente del pasillo, lastimando
los ojos de la chica, esto saco a Amelie de su tribulaciones amorosas. Un
zumbido rompió el silencio reinante y la chica solo sintió un violentísimo
golpe, que le escocía la mejilla y una lágrima de impotencia corrió por su
rostro. El agresor al percatarse de ello, estallo en carcajadas y propino una
lluvia de bofetadas a la joven, estas eran más violentas que la primera. De la
nada una sombra apareció detrás del sádico carcelero.
-Creí haber dado la orden,
de que ya no debían maltratar a la humana. Me puedes explicar que hace un
insecto como tu ignorando mi autoridad-. Pronuncio la sombra con una gélida
voz.
-Discúlpeme amo, prometo que
esto no se repetirá-. Respondió el carcelero con una voz que indicaba que era
presa del miedo.
-Yo sé muy bien que así será,
tu error ha sellado tu suerte y mi clemencia jamás otorga una segunda
oportunidad-.El dueño de la sombra apena concluyo la oración y con un veloz
movimiento de su brazo derecho, decapito a su congénere cortando carne y hueso,
como sí de mantequilla se tratara.
Artom tenía la mirada
perdida, cuando Malbert entro a la habitación seguido del médico que se
encargaba del cuidado del chico, ambos quedaron sorprendidos al mirar al joven
fuera de la cama y vestido.
-Amigo necesito que autorice
mi salida del hospital, ya que no debo de perder el tiempo-. Dijo Artom
dirigiéndose al médico.
El hombre de la bata blanca
solo consiguió asentir, e hizo unos exámenes de rutina y admirándose de la
recuperación milagrosa del chico, no tuvo más remedio que dejarlo ir. Artom y
Malbert abandonaron el pabellón después de un par de minutos, a medio camino el
joven se detuvo y mirando fijamente a su acompañante.
-Colega dime todo lo que
sepas de lo que pasa y me importa muy poco los códigos de seguridad que violes
por ello-. Pregunto Artom.
Malbert suspiro y respondió
con toda sinceridad.
-El nombre del ser oscuro
que secuestro a tu chica, es Asramh mejor conocido como el azote de la furia,
hace trescientos años desapareció del radar, hasta el día del ataque. Aún desconocemos la razón y
no tenemos indicios de en donde se pueda encontrar, creemos que tiene relación
con la ultima investigación de Amelie-.
Artom que escucho todo con
atención para no perder detalle alguno, el chico quedo pensativo, analizando
cual era la mejor opción, decidió que lo mejor era hablar con el Tlacatecuhtli
(General) Aquiles Cervantes. Cervantes
era la máxima autoridad del cuartel y uno de los líderes más importantes dentro
de la orden de las serpientes emplumadas, seguro el poseía información que no
había compartido con Malbert, y Artom decidió obtener esa información a
cualquier costo. Emprendió nuevamente la marcha, con el moreno siguiéndole los
pasos.
Malbert que comprendió que
se dirigían a ver al jefe Cervantes, cuando Artom pulso el comando del último
piso en el elevador, el moreno no pudo más que sonreír ante la determinación de
su amigo de llegar al fondo de este asunto. En unos minutos llegaron a la
última planta del cuartel, con un movimiento de la cabeza saludaron a los
guardias del pasillo y entraron a la recepción de la oficina del Tlacatecuhtli.
Fueron recibidos por un Ocelotl (significa jaguar, y su rango militar vendría
siendo el de Teniente), esté era grande casi de su tamaño.
-soy el Tlacoquemecat
(Mayor) primero Malbert Jaguarondi y vengo a audiencia con el sumo sacerdote-.
Dijo el morenazo al guardia.
-Lo siento señor, tengo la
orden de no permitir el paso a nadie, el líder se encuentra en una conferencia
y pidió no ser interrumpido por ningún motivo-. Contesto el centinela.
Artom se percato que la
respuesta del guardia, había tomado por sorpresa a su amigo, pero el muchacho
no se encontraba de muy buen talante, ignoro lo que el centinela había dicho y
se dispuso a entrar a la oficina, el Ocelotl se interpuso pero Artom con un
veloz giro consiguió librar el obstáculo.
-¡Mi nombre es Artom Quetzal
y lo quiera o no sumo sacerdote tendrá que escucharme, y me brindara parte de
su valioso tiempo!- grito el muchacho al tiempo que entraba a la oficina
privada del Tlacatecuhtli.